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A partir del 14 de octubre, la Fundación Cartier de París presenta la exposición "Southern Geometries, from Mexico to Patagonia": una ventana en Europa al arte de Latinoamérica.
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Por estos meses, el monumento de cristal que es el edificio de la Fundación Cartier de París resguarda una muestra dedicada a la producción de América Latina. Se trata de una región que ha tenido una presencia importante en el programa de la institución desde hace tiempo. En el 2000, el recinto le dedicó una muestra individual a las obras más recientes que por esos años producía ese genio de la pintura argentina que es Guillermo Kuitca. Desde entonces, el trabajo de artistas como las brasileñas Adriana Varejão, Beatriz Milhazes o el colombiano Fernell Franco ha resonado en ese museo, mostrando al mundo la efervescencia por la que atraviesa la producción artística de América Latina.

En ese mismo hilo, "Southern Geometries, from Mexico to Patagonia" (Geometrías del sur, de México a la Patagonia) presenta 250 obras de más de 70 artistas —una selección que va de la época prehispánica a la producción actual—, cuyo denominador común es la exploración de las múltiples formas en las que los latinoamericanos han entendido —y entienden— la geometría en el arte. 

A primera vista, llamará la atención una instalación que se extiende por la fachada del inmueble, creada por paneles de ladrillos rotos y hormigón, los cuales forman un castillo de cartas. La pieza es obra de los paraguayos Solano Benítez y Gloria Cabral, ganadores del León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia en 2016. El proyecto, creado especialmente para la muestra, es un juego de luz y equilibrio que llega hasta la gran sala de la planta baja del recinto. Frente a él se exponen 23 esculturas de la artista venezolana Gego, muchas de las cuales se presentan por primera vez en París.

Lo anterior es solo un preámbulo de lo que el visitante verá al empezar el recorrido en forma. La exposición comienza con una obra del arquitecto boliviano Freddy Mamani —también creada especialmente para la ocasión—: una sala de baile que reinterpreta la iconografía geométrica y colorida de la cultura Tiwanaku, precursora del imperio inca, y el espíritu de las fiestas populares andinas. Más adelante está una selección con firmas imprescindibles en la producción latinoamericana actual, como las de la pintora cubana Carmen Herrera —quien a sus 103 años ha encontrado el reconocimiento de museos como el Whitney de Nueva York—, acompañada de la de un conocido de la fundación: Guillermo Kuitca. Uruguay está presente con la obra de Joaquín Torres García, a quien el MoMA de Nueva York le dedicó una muestra en 2016. Más aún: las esculturas de la imprescindible artista brasileña Lygia Clark entran en franco diálogo con los emblemáticos lienzos del uruguayo Carmelo Arden Quin, las fotos del mexicano Lázaro Blanco, o las de su compatriota, Pablo López Luz, cuyas piezas expuestas indagan las reminiscencias de la cultura inca en las construcciones vernáculas contemporáneas. 

En ese castillo de cristal hay también un interés por los predecesores de artistas y nombres como éstos. Es así como aparecen motivos que conforman el alfabeto de la geometría indígena: cerámicas, cestería, tejidos, pintura corporal y formas que se multiplican en distintas composiciones. 

El programa de la muestra se complementa con actividades especiales en las que se presentarán, por ejemplo, danzas amerindias a punto de desaparecer, performances y conciertos que hacen que por estos meses la Fundación adquiera un carácter y una forma indiscutiblemente latinoamericanas.

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