Este 24 de agosto se estrena "Los Adioses", película sobre Rosario Castellanos, autora mexicana y diplomática, que exploró en sus obras los roles de la mujer, la cultura y la estructura social de Chiapas. Recordamos su legado. 

Los &aacute;rabes llaman hasim a un viento que propaga una sensaci&oacute;n de calor ardiente por el desierto. El mismo que dejaba sentir sus efectos la tarde de verano en la que Rosario Castellanos perdi&oacute; la vida en Tel Aviv por un accidente dom&eacute;stico. El presidente Luis Echeverr&iacute;a llam&oacute; a su hijo Gabriel para darle el p&eacute;same y la &quot;versi&oacute;n oficial&quot;&nbsp;de lo que ocurri&oacute;. Ese 7 de agosto de 1974, su madre sali&oacute; del ba&ntilde;o con los pies mojados &mdash;o tal vez las manos, no est&aacute; seguro&mdash; y sufri&oacute; una descarga el&eacute;ctrica al prender una l&aacute;mpara mal aislada en un pa&iacute;s donde la corriente era de 240 voltios, no de 220. &quot;Fue el chofer el que la encontr&oacute;&quot;, recordar&iacute;a a&ntilde;os m&aacute;s tarde, para uno de los incontables homenajes p&oacute;stumos que se han hecho a la autora.

El cuerpo de Castellanos regres&oacute; a M&eacute;xico una ma&ntilde;ana lluviosa, despu&eacute;s del exilio de tres a&ntilde;os que la llev&oacute; a Israel en 1971 para desempe&ntilde;arse como embajadora y catedr&aacute;tica. Ante las circunstancias tr&aacute;gicas de su vuelta, le recibieron con el protocolo diplom&aacute;tico, un homenaje en el Palacio de Bellas Artes y le depositaron en la rotonda de las Personas Ilustres, all&iacute; donde se entierra a los personajes que, oficialmente, &quot;han realizado contribuciones para el engrandecimiento de M&eacute;xico&quot;, un espacio que, antes de Castellanos, estaba reservado para hombres.

&quot;&iquest;D&oacute;nde dejaron tu alma? &iquest;No es posible rasparla de la l&aacute;mpara, recogerla del piso / con una escoba? &iquest;No tienen escobas en la embajada?&quot;&nbsp;increpar&iacute;a Jaime Sabines entre los versos de &quot;Recado para Rosario&quot;, un poema enlutado como su autor por la repentina partida de su colega y compa&ntilde;era de la Facultad de Filosof&iacute;a y Letras de la UNAM, considerada como una de las grandes voces de la literatura latinoamericana del siglo XX.

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&iquest;QU&Eacute; ES ESTO DE SER MUJER?&nbsp;

&quot;Indigenista&quot;, &quot;feminista&quot;, &quot;poeta&quot;, &quot;intimista&quot;, &quot;narradora&quot;&nbsp;son algunos de los t&eacute;rminos que se leen con frecuencia para describir la obra de Castellanos, un trabajo que atraviesa pr&aacute;cticamente por cualquier g&eacute;nero literario y que oscila entre la denuncia social, el mon&oacute;logo interior, la autobiograf&iacute;a y se aleja, con intenci&oacute;n, de la literatura catalogada como &quot;sentimental&quot;.

Como narradora, Castellanos es reconocida como una innovadora en la corriente indigenista &mdash;un adjetivo que siempre le supo inc&oacute;modo&mdash; por la trilog&iacute;a de Chiapas, el estado en donde la autora pas&oacute; los primeros 16 a&ntilde;os de su vida en la hacienda que sus padres ten&iacute;an en Comit&aacute;n de las Flores, donde creci&oacute; con las historias de su nana sobre los mitos y la cultura tzetzal y donde atestigu&oacute; los contrastes y las diferencias de un pa&iacute;s atravesado por las historias de los vencedores y vencidos. De esta &eacute;poca se desprenden las novelas Bal&uacute;n Canan, Oficio de tinieblas y el libro de cuentos Ciudad Real, t&iacute;tulos que se consideran un homenaje a la palabra ind&iacute;gena, a una lengua en resistencia contra el silencio y contra el olvido, obras que, para su &eacute;poca, ofrec&iacute;an una visi&oacute;n de los conflictos &eacute;tnicos en una radiograf&iacute;a de la sociedad chiapaneca.

Como ensayista, Castellanos reflexion&oacute;, largo y tendido, sobre lo femenino y el feminismo, sobre el cuerpo &mdash;&quot;mi albergue, mi prisi&oacute;n, mi hospital, mi tumba&quot;, dec&iacute;a&mdash;, sobre los discursos y los est&aacute;ndares de belleza que se le imponen y buscan su anulaci&oacute;n: los pies peque&ntilde;os, la cintura de avispa, la obesidad (una virtud en algunas sociedades), las u&ntilde;as largas, el pelo lacio. &quot;El hombre no aspira, al trav&eacute;s de la belleza, a convertir una estatua en un ser vivo, sino un ser vivo en una estatua &iquest;Para qu&eacute;? Para adorarla, aunque sea&nbsp;durante un plazo breve, seg&uacute;n se nos dice. Pero tambi&eacute;n, seg&uacute;n no se nos dice, para inmovilizarla, para convertirle en irrealizable todo proyecto de acci&oacute;n, para evitar riesgos&quot;, escribi&oacute; en Mujer que sabe lat&iacute;n. Afirmaciones, que a la luz de movimientos como el Me too, conviene revisitar.

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En la ficci&oacute;n, en la prosa y en la poes&iacute;a, con su espejo y con la pluma afilada en la iron&iacute;a, Castellanos revisit&oacute; estos temas en cuentos como &quot;Lecci&oacute;n de cocina&quot;, el primero del libro Alb&uacute;m de familia, en el que una mujer divaga en un mon&oacute;logo sobre los estereotipos que definen la identidad femenina, sobre instituciones como el matrimonio, mientras se enfrenta a la tarea cotidiana de preparar la cena. &quot;Yo anduve extraviada en aulas, en calles, en oficinas, en caf&eacute;s; desperdiciada en destrezas que ahora he de olvidar para adquirir otras. Por ejemplo, elegir el men&uacute;&quot;, dice la narradora, que bien podr&iacute;a llamarse Rosario.

En sus textos m&aacute;s &iacute;ntimos, Castellanos ventil&oacute; los lugares m&aacute;s inc&oacute;modos de su persona y los aspectos m&aacute;s tr&aacute;gicos de su vida. Habl&oacute; de la soledad y de la muerte, temas que le fueron cercanos desde peque&ntilde;a. &quot;Perdi&oacute; a su hermano de siete a&ntilde;os y su mam&aacute; se lamentaba, frente a ella, de que hubiera muerto el &uacute;nico var&oacute;n de la familia&quot;, narr&oacute; Dolores Castro, amiga de la autora desde la secundaria, al diario Milenio y luego, en sus veintipocos, tambi&eacute;n perdi&oacute; a sus padres &mdash;su madre muri&oacute; de c&aacute;ncer, su padre de un infarto&mdash;, &quot;tuvo que conducir con su padre muerto en el auto&quot;, agreg&oacute; Castro. &quot;Ser de r&iacute;o sin peces, esto he sido&quot;&nbsp;dice uno de los versos que ocup&oacute; para describir el vac&iacute;o de sus ausencias.

La relaci&oacute;n de Castellanos con el escritor Ricardo Guerra &mdash;padre de su hijo Gabriel&mdash;, su matrimonio, su divorcio, las infidelidades, parecieron confirmar los planteamientos que hab&iacute;a asentado en sus ensayos: &quot;la autora de Bal&uacute;n Can&aacute;n escribi&oacute; que aquella mujer que intenta ejercitar su voluntad, hacer uso de su inteligencia, realizar una vocaci&oacute;n, sabe que corre un riesgo: la soledad. Los hombres huir&aacute;n de ella, debido a sus complejos&quot;, record&oacute; la escritora Elena Poniatowska sobre su colega.&nbsp;

El intelecto inquieto de Castellanos encontr&oacute; alivio en los viajes y las transformaciones. Vivi&oacute; en Madrid, viaj&oacute; a Estados Unidos para impartir c&aacute;tedras y conferencias, vivi&oacute; en periodos intermitentes entre Chiapas y la Ciudad de M&eacute;xico y as&iacute;, aunque insegura de ser la persona adecuada para el cargo, se fue a Israel para realizar labores diplom&aacute;ticas.&nbsp;

Castellanos no sab&iacute;a entonces que esos ser&iacute;an los &uacute;ltimos a&ntilde;os de su vida, tal vez los mejores. &quot;Aqu&iacute; vio que era m&aacute;s humana, feliz de ser mujer&quot;&nbsp;describi&oacute; Nahum Megged, catedr&aacute;tico de la Universidad de Jerusal&eacute;n, la casa intelectual que encontr&oacute; en el exilio, donde continu&oacute; la labor de hablar de M&eacute;xico, de su folclor, de su literatura, de su complejidad y sus contrastes culturales; continu&oacute; haciendo lo que mejor sab&iacute;a hacer: pensar, escribir, pensarse.

Rosario Castellanos muri&oacute; a los 49 a&ntilde;os, pero su memoria sobrevive en retazos, en pel&iacute;culas, en homenajes, en parques, en calles, en el nombre de una librer&iacute;a de la colonia Condesa de la Ciudad de M&eacute;xico, en el t&iacute;tulo de un podcast y, principalmente, en su trabajo, un legado tan vigente como relevante.&nbsp;

Vida y obra

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