Lo excepcional comienza a convertirse en la norma, al menos en la moda. La fascinante ambigüedad de la andrógina aparece de manera más frecuente en las pasarelas, y abre opciones para romper las barreras de género que la sociedad se ha autoimpuesto. 

&Eacute;l &mdash;porque no cab&iacute;a duda sobre su sexo, aunque la moda de la &eacute;poca contribuyera a disfrazarlo&mdash;&hellip;&quot;, es quiz&aacute; uno de los &iacute;ncipit m&aacute;s famosos de la literatura inglesa creada en el siglo XX. Pertenece a Orlando: una biograf&iacute;a, la obra m&aacute;s c&eacute;lebre de la escritora Virginia Woolf que, al espa&ntilde;ol, como un lujo extra para el lector, fue traducida por el argentino Jorge Luis Borges. Publicado en 1928, el libro de Woolf fue atrevido entonces y lo sigue siendo ahora: narra, a modo de biograf&iacute;a, la vida ficticia de Orlando, un literato arist&oacute;crata que, habiendo vivido a trav&eacute;s de cuatro siglos (del XVII al XX), es testigo directo de la historia de Inglaterra, de sus transformaciones pol&iacute;ticas y sociales, de sus percepciones, preferencias y prejuicios. Pero eso no es todo. A lo largo de su vida, el atractivo y afortunado Orlando se encuentra un d&iacute;a ante la menos com&uacute;n de las situaciones: al despertar luego de una larga siesta de siete d&iacute;as, descubre que se ha convertido en mujer. Y aunque su vida a partir de entonces comienza a ser distinta, Orlando; sin embargo, sigue siendo Orlando. Cambia su g&eacute;nero, pero no as&iacute; su identidad. &quot;Por diversos que sean los sexos, se confunden&quot;, escribi&oacute; Woolf en su novela, &quot;No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo solo los trajes siguen siendo varones o mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario del que est&aacute; a la vista&quot;. La cita deja claro por qu&eacute; Orlando: una biograf&iacute;a es un libro b&aacute;sico para ejemplificar o tratar temas relacionados con la androginia y tambi&eacute;n con la identidad de g&eacute;nero.

Hay que destacar una cosa m&aacute;s: Virginia Woolf ten&iacute;a muy claro el papel que la moda jugaba en todo esto. No por nada comenz&oacute; describiendo a Orlando como un humano f&aacute;cil de identificar como masculino, pese a que las prendas acostumbradas durante la &eacute;poca isabelina pudieran resultar c&oacute;digos &quot;confusos&quot;: hombres y mujeres utilizaban medias, capas, collarines y blusas de mangas saturadas de adornos que hoy se considerar&iacute;an 100% femeninos. M&aacute;s adelante en el tiempo, luego del inesperado cambio de sexo, Orlando se enfrenta a nuevos c&oacute;digos de vestimenta y, cabe decirlo, a nuevos l&iacute;mites sociales relacionados con la hist&oacute;rica falta de equidad que las mujeres han padecido desde tiempos inmemoriales. Como sea, la autora es clara en lo que respecta a la ropa: las prendas son una herramienta de identidad de g&eacute;nero, hay ropa para hombre y ropa para mujer, una iron&iacute;a ya que, tal como ella menciona, &quot;no hay ser humano que no oscile de un sexo a otro&quot;, lo que invita a cuestionarse por qu&eacute; el constructo social se empe&ntilde;a en definir a una persona a partir de su sexo y no a partir de lo que la persona es a nivel esencial. Orlando era Orlando siendo hombre o mujer y era capaz de enamorarse de hombres y mujeres por igual. Nada de s&iacute; depend&iacute;a realmente de su sexo.

Gucci, crucero 2019. Fotografía Gustavo García-Villa

Esta fluidez o esta dualidad sexual y de g&eacute;nero habitando en un solo ser, ha fascinado a la humanidad desde hace tiempo. En El banquete, Plat&oacute;n recogi&oacute; di&aacute;logos sobre el&nbsp;amor y el erotismo que incluyen un mito con el que Arist&oacute;fanes buscaba explicar el amor humano diciendo que primitivamente hab&iacute;a tres especies de hombres, unos todo hombres, otros todo mujeres y otros, los andr&oacute;ginos, que eran hombre y mujer. Y que partidos a la mitad como un castigo del dios Zeus, quedaron condenados a pasar la vida buscando a su complemento. Otra referencia griega a seres tanto femeninos como masculinos est&aacute; en la mitolog&iacute;a: el hijo de Afrodita y Hermes, Hermafrodito, naci&oacute; siendo hombre, pero a causa de una maldici&oacute;n de la ninfa Salmacis quien, enamorada de &eacute;l, pidi&oacute; a los dioses que los convirtieran &quot;en un uno solo&quot;, se convirti&oacute; en un ser de sexo doble que tambi&eacute;n se conoce como Hermafrodita.

Las referencias hist&oacute;ricas pueden seguir y seguir. Casi todas las culturas tienen referencias relacionadas con romper la l&iacute;nea que divide a los roles de g&eacute;nero. Y la moda siempre ha sido sensible a eso. En &eacute;pocas m&aacute;s recientes, digamos, en el siglo XX, mientras Virginia Woolf escrib&iacute;a la vida de Orlando inspirada en la vida de su amante, la arist&oacute;crata Vita Sackville-West, Coco Chanel enloquec&iacute;a a la sociedad francesa con la integraci&oacute;n de pantalones y camisas masculinas a los m&aacute;s elegantes guardarropas femeninos; en los 30, Marlene Dietrich seduc&iacute;a a Hollywood usando esmoquins, algo que Yves Saint Laurent populariz&oacute; tres d&eacute;cadas m&aacute;s tarde. En los 60, David Bowie y su Ziggy Stardust iniciaban una revoluci&oacute;n andr&oacute;gina amparada y seguida por personajes como Grace Jones, Prince, Patti Smith, Robert Mapplethorpe, Annie Lennox, Billy Idol y m&aacute;s que han diluido las barreras entre lo femenino y lo masculino, tanto con su actitud como con su forma de vestir.

En los &uacute;ltimos a&ntilde;os esto se ha visto con frecuencia tambi&eacute;n en las pasarelas. Rei Kawakubo y Rick Owens han desafiado con constancia lo que suele considerarse &quot;para hombres&quot;&nbsp;o &quot;para mujeres&quot;. Este gender-blending tambi&eacute;n lo han hecho Marc Jacobs, Hedi Slimane (para Saint-Laurent), Sarah Burton (para Alexander McQueen) y Christopher Bailey, quien incluso realiz&oacute; una campa&ntilde;a para Burberry inspirada en el Orlando de Woolf en 2016, solo por mencionar a algunos. Adem&aacute;s, este y el pr&oacute;ximo a&ntilde;o lo veremos con m&aacute;s fuerza en muchas m&aacute;s pasarelas, pero hay especial expectativa en lo que har&aacute; respecto a este tema el celebrado Alessandro Michele para Gucci, quien en la presentaci&oacute;n de la colecci&oacute;n crucero 2019 de la casa italiana ya dio un adelanto de su siempre estramb&oacute;tica visi&oacute;n: desarroll&oacute; una pasarela en la Arl&eacute;s de Vincent van Gogh, al sur de Francia, donde un pu&ntilde;ado de modelos andr&oacute;ginos &mdash;algunos de los cuales aparecen en las fotograf&iacute;as de este art&iacute;culo&mdash;, presentaron 114 looks de apariencia entre roquera y victoriana, entre religiosa y blasfema y, por supuesto, entre femenina y masculina. Y es que su ropa rimbombante, ecl&eacute;ctica, saturada y macabra, est&aacute; hecha, a pesar de todo, para humanos &iquest;y qu&eacute; humano no oscila de un sexo a otro?

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