Enfundarse en atuendos construidos con bloques del mismo color es una tendencia relacionada tanto con el estilismo y nuestras emociones como con las prendas. Esta temporada, según indican las pasarelas, será un recurso constante durante lo que resta del año.

Sabemos que nuestra relaci&oacute;n con los colores es estrecha; sin embargo, es f&aacute;cil perder la dimensi&oacute;n de lo importante que es en realidad, hasta que vemos cometerse un error catastr&oacute;fico a nuestro alrededor: una mujer usando un vestido blanco en una boda (sin ser ella la novia) o a alg&uacute;n despistado que causa esc&aacute;ndalo con una prenda de colores brillantes en un sepelio occidental. Romper el c&oacute;digo, no solo del estilo de vestimenta, sino del color de esta, puede ser, como en los ejemplos anteriores, tomado como una terrible ofensa. Y es que durante siglos hemos asociado a los colores con ceremonias y rituales tanto religiosos como sociales, con nuestro g&eacute;nero y hasta con ciertas etapas de nuestra vida. Los colores son un lenguaje en s&iacute; mismos. Y a veces tambi&eacute;n una barrera.

Por supuesto, al igual que pasa con los idiomas, la concepci&oacute;n que se tiene de estos var&iacute;a alrededor del mundo. Mientras que en Occidente usar negro no solo es lo adecuado, sino lo requerido para expresar el luto, en Sud&aacute;frica es aceptable usar rojo. Para los antiguos egipcios, por otro lado, lo indicado en dichas ocasiones era vestir prendas amarillas. Adem&aacute;s de considerar las situaciones geogr&aacute;ficas y culturales, cuando hablamos del uso de los colores tambi&eacute;n tenemos que considerar la temporalidad, porque, claro, las ideas que tenemos sobre ellos son resultado de cambios de significado que se van gestando con los a&ntilde;os. Por ejemplo, un estudio realizado por el Instituto Smithsoniano que buscaba entender las definiciones de feminidad y masculinidad en las prendas infantiles (&quot;When Did Girls Start Wearing Pink?&quot;) hizo un recuento fant&aacute;stico que nos permite ver c&oacute;mo se modifican nuestras concepciones crom&aacute;ticas: a decir de la autora, la comunic&oacute;loga y polit&oacute;loga Jeanne Maglaty, hasta finales del siglo XIX en las culturas occidentales se acostumbr&oacute; vestir de blanco a ni&ntilde;os y ni&ntilde;as por igual con &quot;ropones&quot;&nbsp;o vestidos bastante andr&oacute;ginos. Pero a principios del siglo XX surgi&oacute; la &quot;necesidad&quot;&nbsp;de identificarlos por g&eacute;nero desde peque&ntilde;os, y el resultado de esto fue curiosamente opuesto al c&oacute;digo que conocemos ahora: en una publicaci&oacute;n publicitaria de 1918 se dec&iacute;a que la regla aceptada era vestir de rosa a los ni&ntilde;os y de azul a las ni&ntilde;as. &iquest;La raz&oacute;n? Que el rosa &quot;es un color m&aacute;s fuerte y decidido, mientras que el azul es un color m&aacute;s delicado y refinado&quot;. El rosa femenino y el azul masculino que hoy tenemos tan implantado en la mente es, en realidad, un fen&oacute;meno reciente que se defini&oacute; hasta los a&ntilde;os 80, ya con todo un aparato mercadol&oacute;gico tras de s&iacute;. Hoy, sin embargo, luchamos por deshacernos de ese prejuicio inventado entre los colores y el g&eacute;nero con la misma actitud disruptora con la que Coco Chanel transform&oacute; el negro de los funerales en un b&aacute;sico de la elegancia y de las grandes fiestas. El de los colores, como todos los lenguajes, se encuentra en una evoluci&oacute;n constante que depende de c&oacute;mo, cu&aacute;ndo y d&oacute;nde los vistamos. Las teor&iacute;as m&aacute;s atrevidas sugieren que, incluso, son una herramienta curativa ya que afectan nuestro estado de &aacute;nimo. Para la consultora en salud mental Tamera Anderson-Hanna, usar colores vibrantes nos puede dar un &quot;impulso mental&quot;&nbsp;de actitud positiva cuando m&aacute;s lo necesitamos.

Jil Sander

Off-White

The Row

Victoria Beckham

Paco Rabanne

Céline

Roksanda

Dior

Con todo esto dicho, estar en tendencia esta temporada nos invita a elegir un solo color para construir un atuendo. Un recurso est&eacute;tico que, como nos ha ense&ntilde;ado la Reina Isabel II, es estrategia y mensaje. Es famoso el hecho de que la monarca siempre viste atuendos monocrom&aacute;ticos en eventos p&uacute;blicos para poder ser f&aacute;cilmente identificada por sus cuerpos de seguridad en un caso de emergencia, pero la intenci&oacute;n con la que elige cada color que usa tambi&eacute;n es parte del c&oacute;digo con el que expresa de modo discreto sus sentimientos e ideas, ya que el protocolo de la realeza impide que lo haga de manera evidente. Un ejemplo reciente es el vestido verde con el que asisti&oacute; a la boda de su nieto, el pr&iacute;ncipe Harry y Meghan Markle, que seg&uacute;n June McLeod, autora del libro Color Psychology Today, fue &quot;un signo de respeto y de buenos deseos para el futuro&quot;. Los detalles p&uacute;rpura que a&ntilde;adi&oacute;, a decir de McLeod, significaron &quot;orgullo y purificaci&oacute;n&quot;.

Para el oto&ntilde;o, los dise&ntilde;adores proponen el uso de atuendos monocrom&aacute;ticos en tonos acordes al clima de la temporada, como el caqui que usan Herm&egrave;s, The Row y Joseph, que nos recuerdan las hojas ca&iacute;das; mientras el ocre de la tierra es propuesto por Victoria Beckham, que combina con un muy sutil toque de elegante borgo&ntilde;a usado en esta ocasi&oacute;n por Off-white y C&eacute;line. Roksanda y Paco Rabanne apuestan por el verde de los arbustos m&aacute;s resilientes que, pese a la cercan&iacute;a del invierno, no pierden su color, y Jil Sander y Philip Lim usan azul y lila respectivamente, como refiriendo a los colores que se encuentran juntos en el cielo en algunos atardeceres. Dior se contenta con un gris Oxford muy correcto, de actitud tranquila, inalterable como una roca. Vemos, en todas estas propuestas, el paisaje de la estaci&oacute;n deconstruido, como si cada atuendo fuera un pigmento en la paleta con la que coloreamos el oto&ntilde;o. No es esto una exageraci&oacute;n, pero s&iacute; un juego. Porque la ropa, vista solo a trav&eacute;s de sus colores, nos invita a fantasear del mismo modo en que lo hac&iacute;a Paul Gauguin cuando pintaba: &quot;&iexcl;color! &iexcl;qu&eacute; lenguaje profundo y misterioso!&quot;, dec&iacute;a &eacute;l, &quot;&iexcl;el lenguaje de los sue&ntilde;os!&quot;.

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