Las razones por las que Katharine Hepburn siempre será la reina
Una actriz que desafió a Hollywood a través de su guardarropa. En el mundo de las personas que no siguen las normas, Miss Hepburn siempre será la reina. El milagro de Katharine Hepburn no fue su estilo. Fue la forma en que su estilo respondía directamente a su personalidad. Porque si bien acostumbramos a ver relacionados esos dos conceptos, en muchas ocasiones (sobre todo ahora que se multiplican las listas de mejor vestidas) uno no es fiel reflejo del otro.
Hepburn llevó los pantalones en todos los aspectos de su vida. Desde el principio de su carrera, cuando sus compañeras de profesión se ceñían a base de vestidos de fiesta y faldas que resaltaban sus encantos. Se mantuvo fiel a las camisas amplias y al look deportivo americano, ese que marcaba los ángulos (que no curvas) de su cuerpo y dejaba entrever también los de su carácter. «Me di cuenta hace mucho tiempo de que las faldas no tienen esperanzas», le dijo en una ocasión a Calvin Klein. «Cada vez que oigo a un hombre decir que prefiere a una mujer con falda, le digo: Pruébate una. Pruébate una falda». Y aunque por su manera de desenvolverse daba la impresión de que no se preocupaba demasiado por su aspecto, no dejaba nada al azar. Simplemente se ponía lo que le venía en gana y no tardó en darse cuenta de que parte de su fama era consecuencia de ello.
Trabajaba con los figurinistas de sus películas y acabó contratando a su propia diseñadora. Les enviaba bocetos e indicaciones y si le gustaba alguna de las piezas del rodaje, ordenaba una réplica para su uso personal. «Uno no diseña para Miss Hepburn. Diseña con ella», aseguró Edith Head. Famosa fue su determinación de no hacer acto de presencia en la gala de los Oscar, negándose también a recoger las cuatro estatuillas que ganó en su carrera. No lograron convencerla hasta 1974, cuando dio su brazo a torcer pero solo porque la eligieron para entregar un premio honorífico a su amigo Lawrence Weingarten. Entonces se subió al escenario, pero en pijama.
Con su determinación por vestir prendas masculinas, por prescindir en lo posible del maquillaje y por su falta de intenciones de contraer matrimonio no tardó en convertirse en un Ícono para las feministas. Aunque nunca habló abiertamente de esa causa, defendió a ultranza el derecho de las mujeres a elegir su camino (también en la cuestión del aborto) y juzgó como válida cualquier elección.
No tuvo hijos porque prefirió dedicarse por completo al cine, pero no por ello criticó a quienes escogían el camino doméstico. «Si una mujer quiere hacerlo, debería hacerlo y sentir que está desempeñando el trabajo más noble de todos porque está trabajando en el matrimonio. Algunas son auténticos genios a la hora de criar niños y crear un hogar feliz, pero es deplorable si sienten que tienen que correr hacia un ordenador para tener sensación de éxito», aseguró en una entrevista a la periodista Barbara lovenheim.
¿Lo habría hecho ella si a Spencer Tracy, su eterno amante, su mujer católica le hubiera concedido el divorcio? Es imposible saberlo. Katharine respetaba y le gustaba ser respetada. Una vez dijo: «Si obedeces todas las normas te pierdes toda la diversión». Y lo cierto es que se divirtió como nadie.