Women

La belleza y el misterio detrás de la vida de Shelley Duvall

Para no haber llegado a ser nunca una estrella, la historia de la actriz estadounidense es digna de reconocerse y por eso en L'Officiel recordamos su trayectoria.
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La actriz, productora, escritora y cantante estadounidense no es conocida únicamente por su belleza fuera de lo convencional, si no por su increible talento y el ángel que lleva dentro. Es difícil saber si todavía lo conserva, porque desde hace quince años Shelley Duvall vive apartada de los focos y rodeada de animales en su rancho de Texas. Ahora que los diseñadores llevan varias temporadas recurriendo a la estética de los setenta, lo justo es reconocer que la suya fue de las más interesantes de la década y otorgarle el título de ícono de estilo (aunque inesperado).

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Fragmento de la película 3 Women, 1977. Dirigida por Robert Altman / Cortesía de Lions Gate Entertainment.

Fue su curioso físico lo que llamó la atención del director Robert Altman en 1970, cuando estaba rodando El volar es para los pájaros y quiso contar con ella para la película. «Me cansé de discutir y pensé que tal vez era una actriz. Me dijeron que fuera, y simplemente cogí un avión y lo hice. Me dejé llevar», afirmó la actriz años más tarde. Duvall, con sus ojos como platos y un cuerpo de aspecto tan frágil que siempre parecía a punto de romperse, funcionaba en la gran pantalla.

Se convirtió en una musa para Altman y volvió a trabajar con él en Nashville, donde lució piernas con unos shorts mínimos y caminó con plataformas que parecían imposibles de utilizar; y en Tres Mujeres; esta vez con un papel protagonista y otro look para tomar nota. Su corte de pelo, el tono de la piel ligeramente tostada por el sol y el vestido amarillo que dejaba toda la espalda al descubierto resumen muy bien las premisas estéticas de la década.

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Fragmento de la película Brewster McCloud, 1970. Dirigida por Robert Altman / Cortesía de Metro-Goldwyn-Mayer.

Shelley compartió también una extraña cita con Woody Allen en Annie Hall (1977), dándole vida a una redactora de Rolling Stone obsesionada con Bob Dylan y, aunque el romance no funcionó, nosotros recordamos el emblemático vestido estampado y dos trenzas que marcaron por completo la historia. Entonces llegó El Resplandor (1980) y su vida no volvió a ser la misma. El proceso de rodaje fue un auténtico infierno porque Kubrick fue tan duro y exigente con ella que se le acabó cayendo el pelo. Agotada y tras haber caido en una depresión, con el estreno llegaron también las críticas a su trabajo. Sí, el personaje Wendy Torrance no aportó nada hasta casi el final de la película, pero una mujer dominada por su marido, consumida por la ansiedad y el miedo, es lo que el director quería. Lo que sí aportó fue toda una lección de estilo en cuestión de superposición de capas. ¿Top de cuello alto, más camisa, más peto de pana, más chamarras? Una combinación que la convierte en toda una pionera. La cereza el pastel para definir ese año de fracasos fue Popeye, tanto para los críticos, espectadores y taquilla. ¿Pero no encarnó Duvall a una perfecta Olivia? El parecido físico era innegable y defendió con gracia hasta aquellas botas de dimensiones desorbitadas.

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Retrato Shelley Duvall y Jack Nicholson, 1980. Fotografía por Robin Platzer / Cortesía de Archive Photos.

A principios de los ochenta decidió apartarse del mundo de la interpretación y dedicarse a su faceta de productora y guionista. Encontró la felicidad con el programa infantil Los cuentos de las estrellas, en el que saludó a su diminuta audiencia del mismo modo durante cinco temporadas: «¡Hola! Soy Shelley Duvall. Bienvenidos al espacio de los cuentos de hadas». Gracias a las relaciones que estableció en su etapa como actriz, consiguió que grandes personalidades de Hollywood como Susan Sarandon, Helen Mirren o Francis Ford Coppola participaran en el show.

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Fragmento de la película Popeye, 1980. Dirigida por Robert Altman / Cortesía de Walt Disney Pictures.

Formó parte esporádicamente en proyectos como actriz, desde Frankenweennie (1984) de Tim Burton a Bajos Fondos (1995) de Steven Soderberg, pero su nombre no volvió a destacar realmente hasta 2009, cuando comenzó a extenderse el rumor de que sus vecinos no podían más porque se pasaba las noches encendiendo y apagando las luces de su coche para intentar comunicarse con extraterrestres. Y ya sabemos que pocas cosas se extienden más rápido que ese tipo de escándalos. Pero un año más tarde, Duvall concedió una entrevista y no mostró ni un signo de locura. Relajada, conservando sus pómulos y su sonrisa, aseguró que vive tranquila en su rancho, leyendo poesía, coleccionando libros antiguos y cuidando de sus animales.

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