La obra de Stanley Whitney llega a la CDMX por primera vez

Bloques que emergen y se sumergen; figuras delineadas llenas de color que se agrupan creando patrones irregulares, cuya repetición rítmica evoca, al mismo tiempo, una sensación de continuidad. Creando campos saturados que cruzan las dimensiones del lienzo (o el papel), surge una obra polifacética con complejidad y sencillez reunidas; así es la obra de Stanley Whitney. De la revolución y el conflicto interno, nace una obra llena de efervescencia con aires minimalistas, donde cada pequeña diferencia trae equilibrio al resultado final. 

En cada pieza, Whitney emprende un viaje por un mundo lleno de matices, una exploración que contempla aspectos históricos y culturales indefinidamente. Su arte no conoce límites: arquitectura romana, jazz o el quilting tradicional norteamericano, todo es una fuente de creación para las leyes de la lógica de aquellas superficies cuadriculadas.

Nacido en Filadelfia en 1946, el pintor, como cualquier artista que encuentra la introspección en su propia obra, atravesó por un periodo de autodefinición el cual fue determinante para encontrar la expresión más pura de su discurso creativo. Fue en los enérgicos años setenta donde figuras clave como Philip Guston, Robert Rauschenberg, Brice Marden y pintores de su generación como Edward Clark y McArthur Binion se convirtieron en una inspiración esencial para un joven Stanley que vivía en Nueva York, cuya trayectoria continuaría descodificando y reimaginando los elementos pictóricos que se revelaban ante él para explorar las posibilidades formales del color dentro de un constante cambio. Y es que, los tonos pueden ser la más fiel interpretación de un universo de contextos.

Desde siempre, su pintura ha estado inundada de conciencia social sobre los movimientos raciales norteamericanos. En ocasiones, las retículas a mano alzada aluden a humanos presos, esquematizados dentro de rejas; un mensaje que se integra a la diversidad de conceptos que se tematizan en sus obras. Historia romana o un género musical originario de Nuevo Orleans, de la realidad al arte, Whitney encuentra inspiración en todas sus formas.

Desde hace varios años, el artista divide su tiempo entre Nueva York e Italia. Ambas geografías lo han influenciado, de manera que, algunos de los valores arquitectónicos del Coliseo de Roma: superposición, dinamismo y monumentalidad; son útiles para entender dentro de su trabajo, cómo los cuerpos geométricos se vinculan entre sí. De la misma forma, la música interviene en su pintura, las repeticiones y las rigurosas composiciones recuerdan el paralelismo de los pentagramas musicales, donde los colores actúan como notas sobre partituras. Concretamente los encuentros de improvisación en el jazz describen en su pintura la confluencia entre un color y otro, así como en el lenguaje jazzístico un instrumento musical contesta a otro.

Esta presentación es la quinta exposición individual del artista que presenta Galerie Nordenhake y la primera que llega a la Ciudad de México, siendo un must see en la lista curada por Humberto Moro de la Art Week.