Belleza

¿Cómo entender la cosmética libre de crueldad y cómo México puede impulsar un cambio?

La guía definitiva para comprenderla, porque apostar por productos de cuidado para la piel y maquillaje elaborados con compasión no solo es una tendencia, sino una forma de vida.
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La práctica de realzar nuestras mejores facciones con productos cosméticos es tan antigua que se remonta a la época de los sumerios, pioneros en triturar insectos y piedras preciosas para aplicar color a los labios. Después, los egipcios —cuyo acercamiento a la cosmética trascendía razones estéticas, siendo un vehículo medicinal y terapéutico de cuidado personal para conservar su cuerpo—, quienes adoptaron este hábito enfatizando la mirada con una línea verde en el párpado. Siglos después, la reina Isabel I se inclinó por utilizar polvos faciales y color en los labios. Así pasó el tiempo, y después de varias siglos (y tendencias) llegamos al Siglo XX, en el que el maquillaje fue un símbolo de rebelión. Sin embargo, también fue el inicio de una problemática que hasta el día de hoy no ha cesado de existir: la crueldad animal en la elaboración de cosméticos

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Retrato de Audrey Hepburn, 1958. Fotografía de Bob Willoughby / Cortesía de Metro Goldwyn Mayer.

¿Qué son las prácticas de crueldad animal en la industria de la belleza?

Muchos cosméticos son elaborados con métodos inhumanos que implican la experimentación con distintas especies como conejos, ratones, ratas y cerdos de guinea. Su explicación radica únicamente en intereses económicos egoístas, ya que el costo de las pruebas con animales es mucho menor, aunque sus resultados son menos precisos. Generalmente, estos son sometidos a dolorosas pruebas de experimentación que usualmente terminan con su muerte, sin tomar en cuenta que hoy en día existen alternativas tecnológicas de experimentación que podrían evitarlo.

Diferencia entre un productos vegano y uno libre de crueldad

Algunos de los componentes más comunes de la cosmética de origen animal son la miel o la cera de abeja, la lanolina de la grasa de la lana, el carmín hecho de insectos como la cochinilla triturada, el escualeno que puede provenir del aceite de hígado de tiburón, los lácteos, la gelatina de los tendones o ligamentos de la vaca o cerdo, la biotina, y también algunas formas de ácido hialurónico, de glicerina y retinol.

Los productos veganos son aquellos que no contienen extractos o productos de origen animal tanto en su formulación como en su resultado. En los últimos años, muchas compañías se han dedicado a reformular sus productos desde cero, pero que un producto esté catalogado como vegano no significa automáticamente que este no haya sido experimentado en animales durante su fabricación

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Retrato de Kathleen Hughes y su ganso, 1952. Fotografía de Bettmann / Cortesía de Bettmann.

Origen

Si bien ha habido un incremento de productos amigables con el ambiente que nos invitan a reflexionar a consciencia sobre las sustancias que ponemos en nuestra piel y sus empaques, esto no garantiza que la formulación cosmética haya sido realizada de manera ética. Durante la década de los treinta, el boomb de los cosméticos se perpetuó con prácticas inhumanas de experimentación animal, las cuales encontraron resistencia por parte de los ambientalistas de la década de los setenta. Fue hasta finales de la década de los ochenta y principios de los noventa que surgieron tres organizaciones en contra de la experimentación animal: PETA’S Beauty Without Bunnies (1987), Leaping Bunny (1990) y Choose Cruelty Free (1993).

Las tres iniciativas, cuyos logotipos simbolizan que la fabricación de un producto fue realizada sin experimentación en animales en todas sus fases, así como el seguimiento de proveedores y terceros que requiere de verificación de la cadena de suministro, fueron un parteaguas en la industria de la belleza. Sin embargo, muchas marcas cosméticas no pueden asumir los costos de las licencias cruelty free y sus empaques no contienen los logotipos certificados. Esto puede llegar a causar confusión y desconfianza entre los consumidores. Ante esto, vale la pena revisar las leyes de los países de fabricación.

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Retrato de Elizabeth Taylor y sus spaniels, 1940. Fotografía por Bettmann / Cortesía de Bettmann.

Si analizamos el caso de países en el Continente Americano, podremos darnos cuenta que aún queda mucho trabajo que hacer. Estados Unidos, por ejemplo, solo cuenta con regulación a nivel estatal (Califonia, Illinois y Nevada). De igual manera, algunos países como Bolivia y Argentina han comenzando campañas y proyectos libres de crueldad, pero ninguna ley se ha presentado en los congresos. Por su parte, Canadá aprobó su legislación en el 2017, así como Colombia cuya regulación es la más reciente, en agosto 2020.

A México también ha llegado el tiempo de sustituir las pruebas en animales para la industria de cosméticos. ¿Por qué? No solamente desde el punto de vista ético y humano, también porque sus principales socios comerciales han aprobado regulaciones que prohiben la experimentación, fabricación, comercialización y hasta la importación de productos de belleza que hayan sido probados en animales.

En estos tiempos difíciles para las economías de países latinoamericanos, México puede adoptar mejores procesos como los aprobados por la unión Europea (2008) y lograr posicionarse en el mercado internacional, como ya lo han logrado más de cuarenta países que han logrado sustituir esas prácticas. 

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Retrato de Salvador Dalí y su gallo, 1955. Fotografía por Bettmann / Cortesía de Bettmann.

¿Cuál podría representar una ventaja para México? 

 

México forma parte de numerosos tratados comerciales internacionales como el nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, al igual que la Unión Europea y la Alianza del Pacífico. Todos esos países exigen a las empresas no comercializar productos cosméticos en los que no se hayan asegurado que los animales no fueron utilizados para realizar pruebas.

La cita con el destino es ineludible, México cuenta con centros de investigación y desarrollo que pueden vincularse con empresas fabricantes de cosméticos y crear sinergias valiosas tanto para los académicos, estudiantes y productores. Este tema puede representar una gran oportunidad para que continue comercializando cosméticos con sus socios comerciales. De igual forma, las marcas mexicanas que cuentan con certificaciones internacionales de cruelty free también requieren el compromiso de la Secretaría de Economía para evitar que se les cierren las puertas del gran mercado Sudamericano, Europeo y Asiático.

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Retrato de Carole Lombard y Clark Gable,1938. Fotografía de Bettmann / Cortesía de Bettmann.

Ahora bien, desafortunadamente la NOM - 062-ZOO -1999, implementada en México desde el año 2021, es un regulación que establece especificaciones para la producción, el cuidado y uso de animales de laboratorio, pero únicamente para fines científicos. Este tema ha sido objeto de debate en numerosas ocasiones, aunque México puede tomar lecciones de casos emblemáticos en países desarrollados, en los que la mejor política debe ser la incorporación de prácticas de responsabilidad social corporativa que promuevan políticas al interior y al exterior de las empresas con la intención de cumplir de manera voluntaria con estos principios de cero maltrato animal. Lo que abrirá la puerta a la competencia.

Pero si esa estrategia de auto convencimiento no es adoptada desde la cabeza de las organizaciones industriales, México se verá obligado a cerrar fábricas, ya que los países aliados no querrán hacer negocios con socios que no cumplen con prácticas internacionales.

México cuenta con interesantes oportunidades de subir del lugar tercero al segundo y al primero, si se convence de las ventajas competitivas, igualmente porque las prácticas no sustentables en la época que vivimos no les permitirá superar las inversiones millonarias de la India o Nueva Zelanda, y tampoco de la competencia latinoamericana.

¿Qué puede hacer el consumidor?

El mejor sensor son los consumidores éticos y conscientes de la importancia de optar por productos crueltry free. Indudablemente, las compañías cosméticas se han dado cuenta que la lealtad de los consumidores puede depender de sus procesos de experimentación, así que el camino ya está definido: los ciudadanos tienen el poder del cambio en su manos.

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Retrato de la Reina Isabel con sus corgies, 1936. Fotografía de Lisa Sheridan / Cortesía de Hulton Royals Collection.

¿Qué hacer si descubres que tus productos no son libres de crueldad?

El primer paso es investigar si los productos que más utilizas realmente están cumpliendo con prácticas humanas de producción. Si encuentras algún producto en tu tocador que no lo sea, puedes terminártelo para evitar desperdicios y buscar alguna alternativa que cumpla con la misma función. En un mundo globalizado como en el que vivimos, es muy importante que tanto las marcas como los consumidores demuestren su compromiso para evitar el sufrimiento animal

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